Hace tiempos: memoria y sonido

En el gran universo artístico de letras, imágenes y sonidos, estos últimos se destacan por hacer que la imaginación vuele hasta su más alto límite. A través del tiempo los sonidos viajan por la vida de los seres humanos generando emociones y recuerdos que perduran para siempre.

Esto es cierto.  Nuestra memoria es una profunda y compleja armazón multisensorial en la que se combinan y se asocian de todos los modos posibles todas las impresiones de nuestros sentidos. En los sonidos descansa gran parte del sentido que le damos a nuestros recuerdos: la canción que sonaba en ese instante, el tono de la voz, las palabras que escuchamos, aquellos sonidos que acallamos y que tal vez nos hubiese convenido escuchar… El sonido es un arma política y por eso aquellos que han armado discidencia se han esforzado por hablar y por cantar sus revoluciones. Y en la cualidad efímera de lo sonoro también reposa gran parte de nuestra desesperación, pues lo audible y lo inaudible resultan ser partes claves de nuestro recuerdo.

Desde la invención del gramóno y luego con las transmisiones radiales, la capacidad de atrapar al efímero sonido abrió una revolución en nuestra cultura: desde aquellos años podemos reunir lo que hemos dicho y dejamos de decir para citarnos y poder rescatar nuestra memoria con mayor precisión.  Curiosamente, estas nuevas invenciones fueron tomadas por muchos, en su tiempo, como pasatiempo sin mayores consecuencias. Eran divertidas, eran juegos, pero no podía considerarse como ciencia en todo el sentido del término. Aquellos que le apostaban al impacto de estas invenciones eran tomados como excéntricos, como el compositor Johannes Brahms, quien llegó asegurar que algún día el aficionado a la música compraría el concierto y se lo llevaría a su casa… ¿ustedes se imaginan al viejo Brahms en una tienda de discos o bajando mp3 por Emule o Soulseek?  para terminar esta pequeña digresión, escuchemos al que parece ser Johannes Brahms, hablando y tocando para un representante de la compañía Edison, quien consignó todo en un cilindro de cera en el año 1889:

Impresionante, cierto? Este tipo de documentos es toda una joya y varias instituciones educativas al rededor del mundo ya han reunido una inmensa cantidad de grabaciones, en todos los formatos posibles -de los más antiguos a los más modernos-, que registran nuestra memoria sonora. Aquí en Colombia esto es relativamente novedoso, aunque ya contamos con fonotecas como la de la Radio Televisión Nacional de Colombia; estos espacios no son sólo colecciones de discos; para implementarlos se necesitan condiciones de conservación y de restauración específicas, además de sistemas especiales de catalogación que permitan ordenar estos materiales en bases de datos flexibles, que le den la posibilidad al investigador de encontrar el material que necesite.  Todo esto es una labor que necesita personal entrenado, pero al parecer no hay programa de bibliotecología en Colombia que se le mida a esta importante labor…

Escuchen otro documento sonoro, un pedacito de historia en disco. Se trata del cantante francés Aristide Bruant.. ¿quién fue Aristide Bruant? pues fue el artista a quien un loquito llamado Henri Tolouse-Lautrec le hacía los carteles, que hoy son parte del arte impresionista. Miren el cartel:

Aristide Bruant, según Tolouse-Lautrec

¿Ya se acuerdan?

Bueno, entonces aquí les pongo la canción Nini peu d’chien, en la voz de Monsieur Bruant en una grabación del año 1909.

Bacanísimo, cierto? Pues estos disquitos viejos, muchas veces agrietados y que se oyen mal, constituyen fuentes documentales de gran valor para comprender nuestra sociedad y nuestra cultura. Grupos como el de Valores Musicales Regionales, perteneciente a la Universidad de Antioquia y trabajos como el que se adelanta con el proyecto Preservación y Difusión del Patrimonio Sonoro de la colección Antonio Cuellar (música popular colombiana grabada en el siglo XX), asociado al Centro de Documentación Musical en la Facultad de Artes-ASAB de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, por sólo mencionar algunos, se han dado a la tarea de rescatar estos documentos y concederles el trato especial que merecen. Ojo, que ahora ya no se trata sólo de discos, cilindros o cassettes; también se trata de documentos impresos que se relacionan directamente con estos materiales y los ubican en su contexto. Otro trabajo bien interesante que busca la conservación de material sonoro es el Hopi Music Repatriation Project en el centro de etnomusicología de la Universidad de Columbia, en Estados Unidos; aquí no se trata sólo de conservar y contextualizar, sino de devolver los derechos de autoría a esta comunidad nativa.  Es posible que suene parecido a esto:

El sonido sí es memoria. Memoria en tanto que nos permite una relación dinámica con nuestros legados y nos permite construir un pasado, ojalá más incluyente y complejo que las narraciones lineales. Conservar los sonidos no es entonces una manía de ancianitos desocupados. Es luchar para que se puedan oír voces, palabras y melodías que ya pasaron o que en su momento fueron silenciados y que nos forman… es más, es un espacio para preguntarse el por qué de tantos silencios en nuestra historia…